
El Día de Muertos es una de las celebraciones más ricas de México y una de las caras que nuestro país presenta al mundo.
Con puntos clave como las ofrendas —conocidas también como altares, en algunas regiones— los mexicanos recuerdan a sus seres queridos fallecidos y esperan el retorno de su alma al que fuera su hogar, para convivir y comer juntos una vez más.
A lo largo del país, las ofrendas cuentan con elementos siempre presentes: las veladoras, las flores, sobre todo cempasúchil, comida como la fruta, el agua y la sal.
Sin embargo, en cada estado existen singularidades y elementos únicos para recordar a los queridos difuntos.
Por ejemplo, en casi todo el país la comida que se sirve a los muertos permanece en el altar durante los días de la celebración; sin embargo, en la región de la Huasteca es común que a los difuntos se les ofrende al menos tres veces al día, desayuno, comida y merienda.
Mientras que en otras regiones de México, como Michoacán y pueblos de la Ciudad de México, la celebración no es dentro de las casas, sino en los panteones. Así, la ofrenda y la convivencia con los muertos se da en su última morada, las tumbas.
Chiapas: Puertas que conectan al inframundo
San Juan Chamula, Chis.— Cada Todos Santos, los indígenas tsotsil de Tres Cruces ponen una puerta de madera a las tumbas del cementerio para que las almas salgan del inframundo y regresen al amanecer el día 3 de noviembre. Desde la noche del 31 de octubre, los indígenas se van al panteón.
Desde las veredas se ve la romería, todos cargando la flor de cempasúchil o flor de muerto, la flor de seda, la juncia, el copal, el estoraque e incienso, para adornar la tumba de sus seres queridos y permanecer toda la noche, entre danzas y rezos. Otros a bordo de sus vehículos llegan a Tres Cruces.
La creencia es que las almas salen a visitar a los vivos. Para eso es la puerta para que cada uno encuentre el camino de salida y de retorno. Durante los tres días de celebración las puertas permanecen abiertas, el cierre es simbólico y con ello la larga espera de 365 días posteriores.
Esta tradición destaca en El Romerillo, una comunidad de San Juan Chamula, que, al igual que muchas de esa demarcación, celebra a sus muertos y les ayuda a salir del inframundo.