
La edición de Excélsior del 20 de noviembre presentó un despliegue informativo de lo sucedido en aquella empobrecida población mexiquense de donde se veía que salían despavoridas personas en andrajos, con la carne viva, la mirada perdida hacia cualquier punto donde alguien les diera ayuda.
El estallido inicial e incendio en San Juan Ixhuatepec se registró a las 5:40 de la madrugada del 19 de noviembre de 1984. El origen de la tragedia fue por las maniobras de una pipa de la empresa Unigas, que hizo estallar una instalación de Pemex, según informó oficial de la hoy desaparecida Procuraduría General de la República (PGR).
Al incendiarse la pipa, el fuego avanzó hacia el depósito primario de Pemex que en ese entonces surtía a 20 empresas de gas, que repartían en la Ciudad de México, Hidalgo, Querétaro y Morelos.
Los estallidos afectaron los depósitos esféricos de Pemex, donde posiblemente existía una pequeña fuga que provocó las demás explosiones”, según información de la PGR.
La “posible” fuga del combustible en las instalaciones de Pemex fue reconfirmada por una denuncia del Consejo de Participación Ciudadana de San Juan Ixhuatepec. Comenzó 12 horas antes de que San Juanico —como
coloquialmente se conoce a esa población de origen náhuatl—, entonces habitado por 30 mil personas, quedara convertida en un surrealista paisaje de fierros retorcidos, cenizas y con olor a carne quemada.
De acuerdo con informes oficiales, cinco meses antes de la tragedia del 19 de noviembre de 1984, en la misma subestación de Pemex que hace 40 años causó dolor en todo el país, se registró un incendio de regulares proporciones, que se mantuvo en absoluto sigilo, hasta que sucedió la tragedia rememorada aquí.
Sin mecanismos de protección civil, como los que se conocen a partir de los terremotos de septiembre de 1985, el titular de la Secretaría de la Defensa Nacional —ahora (Defensa)—, Juan Arévalo Gardoqui, por órdenes del presidente Miguel de la Madrid, puso en operación el Plan DN-III a las 6:10 horas. Los servicios de emergencia, Cruz Roja, policía estatal, municipal fueron insuficientes para atender a la población herida, rescatar cadáveres y combatir las lenguas de fuego mortal que en el momento de mayor espanto alcanzaron hasta un kilómetro de altura.
A partir de las 6:45 horas del 19 de noviembre de hace 40 años se registraron cinco estallidos con intervalos de 10 minutos cada uno aproximadamente. Las detonaciones impactaron a las colonias Viveros Xalostoc, Industrial Xalostoc, Zapata, San Francisco Xalostoc, Alta Villa, Granjas de Guadalupe y Chamizal.
En el amanecer del 19 de noviembre de 1984, desde algunos puntos de la Ciudad de México se podía ver una bola de fuego color naranja. El estallido inicial alcanzó tal magnitud que algunas personas creyeron que se trataba de una erupción volcánica. La vibración del estruendo hizo añicos vidrios de ventanas en varios kilómetros a la redonda.
Las azoteas de colonias como Lindavista, Progreso Nacional, Ticomán, La Presa, Industrial Vallejo, Cosmopolita, se poblaron de gente desde donde pudieron ver la espectacularidad del desastre. El miedo invadió a los espectadores de aquella pira. Hubo quienes se pusieron de rodillas, rezaron. Otros gritaron asustados.
El mundo de las comunicaciones, en ese entonces, era diferente, no había telefonía celular, ni internet y sus derivados, como las redes sociales.
Por la hora de los sucesos, la radio fue el primer vehículo de información del hecho registrado durante la administración del presidente De la Madrid y la gubernatura de Alfredo del Mazo González.
El primer medio impreso en ofrecer información de las explosiones e incendio fue Últimas Noticias primera edición de Excélsior. “113 muertos y 900 heridos; los estallidos
siguen”, se lee en el título principal del meridiano. Entre las 5:40 y las 8:30 de la mañana se registraron 10 explosiones.
Las dos fotografías de Arturo García que se publicaron en el meridiano de esta casa editorial evocan escenas de lo ocurrido en Hiroshima y Nagasaki, cuando Estados Unidos hizo detonar bombas nucleares en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Muestran —las gráficas de García—, el drama del momento: un hongo de fuego y humo se levantó en la zona del siniestro y resplandeció en varios lugares de la Ciudad de México. En la otra fotografía aparecen cinco personas —una muerta, tendida en el piso—, las otras, sentadas en una banqueta con la ropa
hecha jirones, los cuerpos quemados y la mirada perdida.